La Sierva de Dios pertenecía a una familia católica tradicional que cultivaba las devociones populares. Una fuerte impronta en su espiritualidad le dejó su padre, Don Luis, aunque murió tempranamente en 1933 cuando ella terminaba su bachillerato. Era un hombre que cultivaba una sincera piedad y un gran amor a los pobres. En la hacienda rural había una capilla y se invitaba a sacerdotes y religiosas a evangelizar a los colonos campesinos. Virginia ya desde su infancia aprendió a orar y vivía muy unida a Jesús y a María. Recibió su primera comunión como un encuentro amoroso con el Señor. Desde niña acudía a la misa diaria sin que sus padres se dieran cuenta. También tuvo gran influjo en la espiritualidad de Virginia el P. Casimiro Morales, celoso misionero cordimariano que vivía totalmente entregado al apostolado, dando misiones populares. Vivía una exigente ascesis personal, renunciando a los goces del mundo. Hasta su traslado a Tarija en 1954 fue el Director espiritual de Virginia transmitiendo a ella su espíritu de austeridad, de castidad y mortificación, además de un gran celo por evangelizar.