Contemplativa en acción

Resumiendo la espiritualidad de Virginia, cabe indicar que ella asimiló pienamente el lema ignaciano “contemplativos en la acción”, propio de la Compañía de Jesús, alimentado por el amor incondicional hacia el Corazón de Jesús.Al mismo tiempo ella lo adaptó como mujer siguiendo el carisma de adoración, propio de la Congregación de las Esclavas del Sagrado Corazón, con una tierna y profunda devoción a la Inmaculada Concepción, cuya medalla llevó y veneró todos los días de su vida hasta su muerte. Esta espiritualidad fue vivida con la sensibilidad poética y la generosidad caritativa que aprendió de su padre ya desde su niñez. También influyó en la Sierva de Dios su primer confesor el P. Casimiro Morales, CMF, con su exigente ascesis de entrega radical al apostolado y a la penitencia. Ella sintió, ya desde niña el llamado del Señor a ser catequista y posteriormente a ser profesora de religión, aprovechando su elevado talento natural y sus grandes cualidades académicas y pedagógicas, actividad a la que se dedicará abnegadamente más de cuarenta años. Virginia se identificó con la Acción Católica, donde encontró la manera de vivir totalmente entregada al servicio de la Iglesia jerárquica, dedicándose plenamente a la evangelización y a la atención a los pobres durante toda la vida hasta la muerte.

Su consagración laical recibió un sello definitivo en el Grupo de Oración y Amistad, “Virgen de la Merced”, dentro de la espiritualidad de las Obreras de Cristo, fundado en Cochabamba en 1963 bajo la dirección del Julián Sayós, SJ, su asesor espiritual, durante varias décadas. Lejos de buscar cualquier honor se dedicó a una labor abnegada y callada como fiel seguidora del Esposo Jesús crucificado, guiada por la protección maternal de la Virgen María, la Inmaculada Esclava del Señor, totalmente entregada al servicio de la Iglesia jerárquica.

Se distinguió por su humildad, piedad y caridad. Fue incansable en la oración, la evangelización y la atención a las personas pobres y enfermas. Puede ser puesta como modelo atrayente a las personas laicas, particularmente a las mujeres y a las catequistas y profesoras de religión, que sientan la vocación a la santidad en medio de sus profesiones seculares.