Unida y subordinada a la devoción a Jesús en la Eucaristía y a su Corazón, la Sierva de Dios mantuvo durante toda su vida una muy intensa devoción filial a la Virgen María como una hija pequeña busca incesantemente el afecto de la madre, temiendo que pueda alejarse. La Virgen ocupó un lugar privilegiado en su vida, prueba sencilla de ello fueron las innumerables composiciones poéticas que le dedicó con toda devoción y ardor. Su consagración a la Virgen María la formalizó en el Colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón, el 25 de marzo de 1928, antes de cumplir los 12 años, al ser admitida en la Congregación de las Hijas de María. Una amiga compañera de colegio recuerda que Virginia confiaba siempre en la Virgen María como una hija en su madre: Mucho me acuerdo de aquellos primeros tiempos [del colegio]. Virginia le tenía una gran devoción a la Virgen, de tal manera que ella vivía una unión tan grande con ella, que decía “Todo lo va a arreglar la Virgen María. Recen no más a la Virgen”. Virginia llevó siempre bien visible hasta su muerte la medalla de la Inmaculada Concepción, como signo de su consagración. Entendía que su vida pertenecía a la VirgenMaría, tal como se ve en una carta manuscrita en la que con rasgos místicos se declara Esclava de la Virgen María. No tiene fecha, pero puede situarse hacia los 17 años, antes de egresar del colegio en 1933:
Carta de Esclavitud y Filiación.
Dulcísima Madre mía a mayor Gloria de Dios y tuya y en presencia de toda la corte celestial, yo Virginia Blanco T. me entrego y consagro de mi voluntad libremente a Ti, Madre mía, no solo por Esclava, sino también por hija movida de tu amor y del deseo de experimentar los efectos de tu maternidad para conmigo, y así por esta causa no sólo me vendo por Esclava tuya, sino que además me dejo desde hoy en tus purísimas manos con mi alma, mi corazón y mis potenzia para ser dirigida de tu especial providencia como un niño pequeño de su amorosa madre. Y juntamente por esta carta me desnudo de mi libre albedrío renunciándole en Ti dulce Madre y deseando no me permitas usar de él.
En la audiencia que tuvo con el Papa Pío XII, este se fijó en la medalla de la Inmaculada que llevaba Virginia y supo que era Hija deMaría y le dio una bendición especial tal como declara un sobrino suyo. Entre las diversas advocaciones de la Virgen María, Virginia era muy devota de la Virgen de Copacabana, coronada como Reina de Bolivia en el año 1925, primer centenario de la independencia de Bolivia. Ella solía peregrinar anualmente a su santuario a orillas del lago Titicaca en el departamento de La Paz.
Un hecho extraordinario en la vida de Virginia sucediò en el Santuario de la Virgen de Copacabana. Virginia despues de los actos litùrgicos, subiò al “Calvario”, un pequeno montìculo. Virginia perdiò el equilibrio y se cayò con peligro de perder la vida. Fue salvada gracias a la oraciòn e intervenciòn del p. Casimiro Morales, CMF.
Virginia estaba rodando vertiginosamente por el barranco.El P. Morales le dijo con voz muy fuerte “Virginia , te mando en nombre de Dios y del Corazòn de Marìa que te detengas inmediatamente”. Fuè asì que se salvò.
Le dedicó una poesía titulada A la Virgen del lago (1939.11.). También era muy devota de la Virgen de las Mercedes, cuya imagen fue venerada por los rebeldes patriotas en la lucha por la independencia. En 1851 fue declarada por el papa León XIII “Patrona y cotitular de la Arquidiócesis de Cochabamba”. La Sierva de Dios el 2 de julio de 1981 le escribió el Himno a la Virgen de las Mercedes, al que puso música el conocido músico local Emilio Aliss. Ya en su edad madura la Sierva de Dios escribió una larga poesía “Homenaje de Bolivia a la Virgen María” dedicada las diversas advocaciones marianas en Bolivia: Copacabana, Cotoca, Loreto, Guadalupe, Chaguaya, del Carmen, Socavón, Mercedes, la Bella, Urkupiña, Asunción: Homenaje de Bolivia a la Virgen María.
Hasta su muerte en 1990 Virginia nunca se separó de la medalla de la Inmaculada, a la que dedicó varias poesías, entre ellas, Mi medalla.
Una hermana religiosa confidente revela cómo la Sierva de Dios quiso ser enterrada con una túnica azul como señal de su consagración a María.