ESPERANZA

Virginia, aunque poseía por herencia bienes terrenos, nunca se mostró apegada a ellos. Ella tenía la certeza de que lo realmente valioso es la vida eterna. En consecuencia se esmeró por hacerse digna de alcanzarla, segura de contar con el auxilio divino en caso de flaqueza. Su preocupación más importante era estar en gracia con Dios, de ahí que su desinterés por las cosas terrenas era evidente, dedicando todos sus actos a obtener la salvación de su alma. Consideraba los bienes materiales simplemente como un instrumento para realizar el apostolado y ayudar a las personas necesitadas.
En una libretita, titulada “Mi soledad”, escrita hacia 1929 cuando apenas tenía unos 13 años, Virginia expresa su vivencia íntima sobre la verdadera alegría perpetua como una gracia que Dios le ha concedido.

LA SOLEDAD

 Del campo en las tristes soledades

Halla el alma fiel, grato consuelo

Pensando en las grandezas del cielo

Y entendiendo bien muchas verdades.

 

Ante el murmullo del arroyuelo

Bajo la sombra de la palmera,

En aquel luigar por vez primera

Alza la imaginación su vuelo.

 

Allí, ante el trino del ruiseñor

Allí, al son de matinales cantos

Allí goza de terrenos encantos

Allí goza feliz del amor.

 

Allí, en fin entre, hermosas flores

Allí, en medio de un jardín risueño

Contempla a Dios como en dulce ensueño

Despreciando los vanos honores.

 

Cuando el céfiro fugaz agita

Las verdes hojas de un viejo sauce

Cuando el arroyo, sigue su cauce

Cuando la rosa, ya está marchita.

 

Con dolor piensa, en la pasión;

Consumida en ardiente amor llorosa

Y en fervientes plegarias implora;

Cruz, espinas, dolor y aflicción. []

El único cimiento inquebrantable de la vida es Dios, y así poniendo todo en Él sólo habrá seguridad de una verdadera alegría perpetua, porque ya sé que todo lo demás por bueno y agradable que sea, pasa fugaz con el viento más rápido de lo que uno se figura. Mi soledad. Virginia tenía una confianza plena en Dios, que le hacía emprender obras apostólicas sin tener los medios terrenos, confiando en la providencia divina. Siempre estaba inmersa en Dios. Cuando faltaba algo ella decía: No te preocupes porque estamos con nuestro Dios, Él va a guiar nuestros pasos y nos llevará donde obtendremos nuestra ayuda para nuestros pobres y nos ayudará para que nuestra espiritualidad no disminuya en nosotros.
Apartir de la vivencia profunda de su fe Virginia vivía la esperanza del más allá con la absoluta certeza de que nos encontraremos mas allá de esta vida. Siempre extendía la mano a todos, sin buscar otra recompensa que la vida eterna. Ella esperaba la recompensa eterna. Ella sabía y enseñaba que los bienes terrenos, por más que una persona tuviese, muchos o pocos, en sí no eran importantes. Mucho más importante era lo que podía dejar con su bondad, con su vida y con su ejemplo. Se mostraba desprendida de los bienes terrenos, aunque los administraba con toda responsabilidad sabiendo que con ellos podía ayudar a las personas necesitadas. Viqui tenía una fe tan segura que era envidiable e invitaba a tener más fe. Confiaba tanto en Dios que pensaba que se podía emprender cualquier camino. Si teníamos fe íbamos a salir adelante. Cuando faltaba algo ella decía: “No te preocupes porque estamos con nuestro Dios, Él va a guiar nuestros pasos y nos llevará donde obtendremos nuestra ayuda para nuestros pobres y nos ayudará para que nuestra espiritualidad no disminuya en nosotros”.
Virginia, aunque ponía toda su esperanza en Dios y tenía seguridad de que con Dios iba a ir todo bien para cualquier humano. Sin embargo tenía cierta aprensión a la muerte. Siendo adolescente oyó a algún predicador hablar del castigo eterno del infierno y quedó muy impresionada.Atravesó una etapa de escrúpulos y, aunque la pudo superar, en su humildad se reconocía como pecadora. Pero en ella predominaba más el sentido de hacer el bien que el sentido de culpa. Virginia hablaba del infierno, pero no le daba tanta importancia al castigo corporal, sino al sufrimiento humano de no poder participar de la vida de Dios. Pero nunca predominó en ella el temor al castigo de Dios. Tan sólo tenía cierto temor almomento final de la vida y a la incertidumbre sobre elmás allá. A sus sobrinos les contaba que a su difunto papá mucho le preguntaba en sueños qué era la muerte. Pero Dios le concedió una muerte tranquila sin sufrimientos serios. Nunca le he oído hablar del infierno como de un lugar donde ardían llamas, sino del sufrimiento humano de no poder participar de la vida de Dios.