La Sierva de Dios gozaba de fama de santidad ya durante su vida y en la muerte entre muchas personas que convivieron con ella o la conocieron, tal como han declarado en el proceso diocesano de investigación. Esa fama de santidad perdura en la gente sencilla y se ha extendido, tanto en Cochabamba como en Bolivia e incluso en otros países.
Ha habido también gracias atribuibles a la intercesión de la Sierva de Dios, así como algunas curaciones, que se custodian en la Postulación, susceptibles de ser estudiadas para comprobar si se trata de signos de la providencia divina dentro del proceso de beatificación y canonización según las normas establecidas por la autoridad de la Iglesia.
FAMA DE SANTIDAD DE VIDA
Unánimemente las personas que declararon en el proceso investigativo como testigos diocesanos o “ne pereant probationes” afirman que la Sierva de Dios vivió totalmente entregada al Señor dentro de una vocación laical a la santidad. Además manifiestan que durante su muerte y entierro se alzaron voces reconociendo su santidad. Esa fama de sanidad se ha transmitido a otras personas que se encomiendan a ella como modelo de santidad, protectora y ruegan a Dios por su intercesión. Ya en la Informatio de la Positio se han transcrito varios testimonios que se omiten. Aquí se exponen algunos otros.
Vivió como una santa – testimoniansas
Todas las personas que declararon en el proceso diocesano que la consideraba como santa por sobresalir por su piedad, por su caridad y en general por todas sus virtudes.
Varios sacerdotes y religiosas dieron su parecer: El párroco de la Parroquia de la Compañía de Jesús declaró que todas las personas que conocieron a Virginia la consideraban una persona santa, totalmente entregada a Dios. Nunca oyó un comentario de ella de que fuera vanidosa o retraída. Hacía las cosas para mayor gloria de Dios. Se la veía enteramente entregada a Dios, al Papa y a la Iglesia. Un religioso dominico, profesor de Biblia, se expresa que hay un consenso acerca de la santidad o de la venerabilidad de Virginia Blanco.
Una religiosa Esclava del Corazón de Jesús, compañera de colegio de Virginia, que luego se hizo religiosa esclava del Sagrado Corazón, declara que era una santita.
Una hermana Sierva de María, que fue confidente de Virginia en los últimos años de ésta, indica que era un alma muy santa, muy probada en algunas cosas suyas personales en relación con Dios.
Un hermano jesuita, que trató con ella en la Parroquia de la Compañía de Jesús, asegura que Virginia vivió heroicamente la fe, la esperanza y la caridad a la que considera santa. Indica que la Iglesia con su misión profética no debe olvidar a esta gran mujer fuera de serie en un mundo donde como laica dio un gran testimonio de santidad. Muchas otras personas, colaboradoras, amigas y parientes de la Sierva de Dios dan testimonios muy elocuentes: Un distinguido militante de Acción Católica que luego fue ordenado diácono testimonia que Virginia vivió de una manera excepcional o destacada el seguimiento de Jesús con gran espíritu de sacrificio.
Una fiel colaboradora de Virginia en los últimos años de su vida declara que la ha visto como santa. No tenía dudas de que ella en su vida cotidiana vivía pienamente la santidad.
Una enfermera que trabajó en el Policonsultorio El Rosario, afirma que, para ella y para muchos desamparados, la señorita Virginia es una persona que debe ser considerada como una verdadera santa.
Una compañera de colegio recuerda fama de santita que tenía Virginia. La gente la veía caminar por la calle y decían: “Ahí está la santita”.
Esa fama todavía continúa hoy.
Una prima hermana de la madre de Rosa Virginia que durante muchos años trató y habló con ella siempre la llamaba Santa Virginia o Santita, por su trato personal con Dios y sus buenas obras como comedores para pobres, consultorios gratuitos, grupos de oración, etc.
Yo creo que Virginia merece ser declarada beata o santa. No era una persona del común denominador. Tenía unas virtudes heroicas, en su hablar, en su aconsejar. Siempre estaba del todo tranquila. Nunca hablaba mal de nadie y siempre reconocía la bondad de cualquier persona. Pero era un alma muy santa, muy probada en algunas cosas suyas personales, de Dios, porque así, porque era santa….
Por lo poco que puedo contar en estas líneas afirmo que, para mí y para muchos desamparados, la señorita Virginia Blanco Tardío es una persona que debe ser considerada como una verdadera santa. Yo soy prima hermana de la madre de Rosa Virginia y durante tantos años en que nos hemos tratado o he hablado con ella siempre la he llamado Santa o Santita, pues creo ciertamente que lo era como se vio en toda su vida personal de trato con Dios y de ir haciendo buenas obras como comedores para pobres, consultorios gratuitos, grupos de oración, etc. […].
Para mí sigue siendo la Santa Virginia. Sin duda mi ánimo es sumamente propicio para recordar a mi prima Virginia Blanco. Viví junto a ella una relación muy estrecha, entre la admiración y el afecto, y hoy la imagino en su ineludible encuentro con Dios, rodeada de un ejército de Santos. Eso era ella, una Santa, con su presencia y su modo casi etéreo pero real, confrontando y aliviando la tristeza, la miseria, las necesidades de sus semejantes, firme y positiva, hija, hermana, amiga incomparable. Por esta increíble dualidad de espiritualidad y gran fuerza interior vivía en el cielo y pisaba la tierra sin descuidar sus conocimientos de cultura, sus deberes familiares y su limitada y laboriosa rutina de ayuda al prójimo, conciliando así los hondos anhelos de su alma y sus abrumadoras tareas para con elmundo.
Murió como una santa
Virginia vivía permanentemente la presencia de Dios y por ello fue normal que muriera con esa unión. Lo atestiguan las personas que fueron testigos directos de su muerte y participaron en el entierro.
Dos días antes de su muerte la Sierva de Dios buscó a Mons. Walter Rosales para pedirle que fuese su director espiritual para sustituir al P. Guillermo Carrero SJ, recién fallecido. Una íntima colaboradora relata la alegría espiritual de Virginia por haber encontrado un nuevo asesor espiritual con el que se confesó la víspera de su muerte.
El nuevo director espiritual testimonia que Virginia practicaba frequentemente el sacramento de la confesión, al extremo de que día antes de su muerte se confesó con él: Con el sacramento de la reconciliación cerró sus ojos. De esta manera y sin saberlo, Virginia se preparó a morir recibiendo el sacramento de la confesión y participando en la Eucaristía. El P. Miguel Manzanera, Asesor de la Asociación de Mujeres de la Acción Católica, fue avisado a última hora de la enfermedad de Virginia. Llegó a la casa y estando Virginia ya inconsciente, le administró el sacramento de la Unción de los enfermos y le impartió la Bendición Apostólica de su Santidad.
De esa manera Dios dispuso que Virginia, a pesar de cierto miedo que ella tenía a la muerte, falleciese reconfortada con los sacramentos y auxilios de la Iglesia, sin agonía ni dolor. Fue el premio a una vida piadosa y mortificada, fecunda en buenas obras. Una religiosa, Sierva de María, narra cómo la empleada Gregoria, siguiendo la instrucción que la Sierva de Dios le había dado, la amortajó con una túnica azul por devoción a la Virgen María y cerró el ataúd, ya que Virginia no quería que nadie la viese muerta.
Esa misma Hermana pocos días antes había comunicado a la Sierva de Dios: “Mire Virginia, usted va a morir en un éxtasis de amor y se la llevará el Señor como a un ángel”.
Viendo las circunstancias cabe subrayar que esa afirmación fue premonitoria. Virginia falleció con una muerte santa y tranquila, tal como ella había deseado. Como recordatorio del fallecimiento de la Sierva de Dios una persona devota mandó imprimir una estampa con una fotografía de Virginia en sus años de juventud. Muestra un rostro inspirador y audaz y lleva puesta en su cuello la medalla de Hija de María. Una cita bíblica sintetiza la actividad caritativa de la Sierva de Dios: “Abrió su mano al desvalido y extendió sus palmas al pobre” (Proverbios 31, 20), acompañada de una poesía de Virginia en la que implora la protección de la Virgen María.
Acompañada de sus pobres en el entierro
Aunque la muerte de Virginia fue inesperada, la noticia de su muerte se extendió como reguero de pólvora en la ciudad de Cochabamba. Durante todo el día mucca personas, especialmente pobres, acudieron a su casa.
El pariente de la Sierva de Dios, celebró una Misa de cuerpo presente en la capilla en la casa familiar de la Sierva de Dios, totalmente llena de personas conmovidas y acongojadas, pertenecientes a todas las clases sociales, incluyendo mucha personas pobres, beneficiadas por la caridad de Virginia.
Había muchas personas pobres que vinieron al entierro de la Sierva de Dios y lloraban sobre su ataúd, clamando: “Qué pena que se fue esa persona que nos colaboró tanto”.
Después de la Misa se organizó una caravana al Cementerio General de Cochabamba con muchas personas a pie y en auto que lloraban desconsoladamente sobre el ataúd, especialmente la gente pobre a la que Virginia ayudaba.
Ha sido uno de los entierros más sentidos que he visto, porque ella estaba rodeada siempre de gente menesterosa.
El cadáver fue enterrado en el mausoleo de la familia Blanco Tardío, donde actualmente reposa.
Pocos días después del fallecimiento de Virginia el Consejo Arquidiocesano de La Asociación deMujeres de Acción Católica a través de su Secretaria, la Sra. Elba Retamozo, hace un sentido elogio de la Sierva de Dios, poniéndola como intercesora y calificándola como santa.
El día lunes 23 de julio de 1990 al amanecer murió nuestra Presidenta Sta. Virginia Blanco Tardío con un ataque al corazón. La pérdida que tenemos es tan grande que no tiene nombre para indicarla. Ella fue nuestra guía espiritual para servir al Señor, tenía todas cualidades que Dios da a las personas escogidas por él para servirle en su ministerio y para servir a nuestros hermanos los pobres.
Toda su vida tanto material como espiritual y económica lo puso a su servicio; es una pérdida tan grande que no habrá quien le reemplace. Tenemos que rezar porque ella desde el cielo al lado de Dios se digne ayudarnos a procurar sobrellevar su falta y seguir sus pasos y ejemplo. No sé si seremos capaces de cumplirla, ella era una santa, alma escogida por Dios, que él la tenga gozando del premio eterno.
Perdura su fama de santidad
La fama de santidad de Virginia perdura en las personas que la conocieron como una persona santa humilde y totalmente entregada a la Iglesia. Virginia tenía fama de santita. La gente la veía caminar por la calle y decían: “Ahí está la santita”. Esa fama todavía continúa hoy. La fama de santidad de Virginia Blanco perdura y hay gente que se encomienda a su intercesión.
Varios sacerdotes y personas consagradas afirman que merece ser declarada venerable y santa.
Una religiosa Esclava afirma: “Diciendo que ella era una santita lo digo todo”.
Muchas personas que conocieron a la Sierva de Dios la consideran santa. Una colaboradora estrecha está segura de que Virginia vivía la santidad: Yo la he visto a Doña Viqui como santa. Estando cerca de ella yo tenía conciencia de que estaba cerca de una persona santa […]. Yo no tenía dudas de que ella en su vida cotidiana vivía plenamente la santidad.
De igual manera hoy continúa la fama de santidad de Virginia ahora y hay gente que se encomienda a ella.
Tenía la fama de ser santa, tan buena, dedicada a la gente pobre y a los niños. También siempre ayudaba a las mujeres que esperaban familia. Virginia ya en vida tenía fama de una persona santa. Hoy en día perdura esa fama de santidad. Alguna vez hemos oído a personas que la han conocido al final de su vida que vivían muy impresionadas por la personalidad y entrega de Virginia. Personas muy cercanas a Virginia desvirtúan algunas críticas que le hacían y afirman que es una intercesora y que mucha gente desea su canonización: Yo nunca he escuchado ningún comentario negativo acerca de ella.
Durante la vida de Viqui, mucha gente la consideraba una persona buena y santa. Por supuesto había algunas personas con otras opiniones, pero yo siempre he oído hablar muy bien de ella en los círculos en que he estado.
Modelo de laica consagrada
Virginia puede ser puesta como modelo de la vida laical en general y también varios ámbitos particulares como catequista, como profesora de religión, como benefactora de los pobres y enfermos.
Un sacerdote, sobrino de Virginia, declara que el ejemplo de ella puede ser un modelo orientador como una mujer serena y de profunda paz, una mujer que no busca ningún tipo de espectacularidad, sino más bien el servicio contemplativo, casi silencioso. Es un modelo que puede hacer renacer una espiritualidad laica que se va perdiendo por el consumismo y por los problemas sociales y políticos tan agudos que vivimos. Fue una mujer de Dios, de una persona que dio un testimonio de fe en esta misma realidad conflictiva y de seducción. Ella vivió la fe de una manera tan hermosa, tan sencilla y tan cercana al Evangelio y a los demás.
Protectora de los profesores de religión
Un ex dirigente de la Acción Católica que trabajó muchos años con la Sierva de Dios afirma que ella como laica vivió su consagración en el mundo, como laica, de una manera que puede ser considerada heroica y modelo para otros laicos y protectora de los profesores de religión: No hace mucho di una charla a los profesores de religión y cité a Virginia y alguno de ellos me dijo: “por eso es nuestra protectora”.
Un obispo que conoció profundamente a Virginia la considera ejemplo de entrega a Dios y modelo de virtudes y colaboradora de la Iglesia:
Ya ha fallecido mucha gente que la conocía, pero en el ambiente todavía queda su nombre entre nosotros que ya estamos de cierta edad que la recordamos realmente como a un ejemplo de mujer […]. Virginia era una mujer virtuosa. Se la veía completamente mortificada y muy cuidadosa y temerosa de ofender a Dios. A pesar de su delicada salud, siempre ella estaba laboriosa, ocupada por las cosas de Dios y de la Iglesia. Era su tarea principal.
El Provincial de los jesuitas en Bolivia destaca de Virginia “la sencillez, humildad, recogimiento, desprendimiento y preocupación por los demás, que se veía brotaban de su intimidad con Dios y amor al prójimo, especialmente a los más necesitados.
Se diría que había asimilado y llevado a la práctica todas las enseñanzas que Jesús nos dejó en el Evangelio”.
Un hermano jesuita que durante su estadía en Cochabamba como sacristán trató con Virginia subraya que ella vivió heroicamente la fe, la esperanza y la caridad: Era una santa. La Iglesia con sumisión profética no debe olvidar a esta granmujer. Termino con una gran consolación y lágrimas al tener la dicha de darmi pobre testimonio de una mujer fuera de serie en un mundo donde una laica pudo dar un gran testimonio de santidad.
Creo, sinceramente, que Virginia vivió entregada totalmente al Señor, en todo su ser, en su actuar y en su manera de pensar, pero sin pecar de exagerada. Yo encuentro que tenía virtudes en alto grado. Era una persona muy elegida del Señor, extraordinaria en todo sentido. Me impresionó la forma de ser de Viqui, tan suave y al mismo tiempo tan firme en sus convicciones. Vivía el evangelio y lo transmitía con su modo de ser, con su manera de preocuparse de la gente.
Raras veces, yo he visto una persona que viviese tan profundamente el evangelio, porque ella siempre estaba pendiente hasta de pequeños detalles. Lo que más impresionaba de ella era su evangelización, en todo momento de su vida. Pienso que ella enteramente seguía a Jesús como buena discípula y se esforzaba de una manera especial en todas las virtudes. Era muy disciplinada y toda la motivación que tenía en su vida era la total entrega a la causa de Cristo.
Todas sus obras se traducen en eso:
ponerse al servicio del Redentor para la salvación del mundo. Sus palabras y obras eran sólo transparencia de la bondad del amor de Dios. No se podía pensar en ella ni ver en ella una actitud que o estuviera dirigida a ese fin y propósito: total entrega al Señor y servicio a Dios y a los hermanos.
Yo la compararía – y la tuve muchas veces por – a un sacerdote, auténticamente consagrado a Dios. A la que no le faltaba, por cierto, una gran sabiduría sobre las cosas humanas y divinas, en medio de una notable humildad.
Para mí era la amiga y compañera inolvidable. Su imagen ha quedado grabada para siempre en el pensamiento y en el corazón por su sencillez, bondad, generosidad, su amor a los pobres y desvalidos, su disponibilidad para ayudar al prójimo en cualquier circunstancia.
Por esta increíble dualidad de espiritualidad y gran fuerza interior vivía en el cielo y pisaba la tierra sin descuidar sus conocimientos de cultura, sus deberes familiares y su limitada y laboriosa rutina de ayuda al prójimo, conciliando así los hondos anhelos de su alma y sus abrumadoras tareas para con el mundo.
La fama de santidad de Virginia Blanco
ha tenido repercusión no sólo en Bolivia sino también en otros países. En Estados Unidos se ha publicado una biografía de la Sierva de Dios: Servant of God. Virginia Blanco. 1916-1990. Teacher and Servant of the Poor and Uneducated. Bolivia, en CARROLL CRUZ, JOAN, Saintly Women of Modern Times. Huntington, Ind. (USA), Our Sunday Visitor, 2004, pp. 236-239.
También L’Osservatore Romano, el 15 de mayo de 2013, se ha hecho eco de la causa de Virginia Blanco con motivo de la recomendación de los Obispos de Bolivia, y ha publicado una breve reseña: Virginia Blanco Tardío. Una vita per i poveri, cuya traducción española se transcribe aquí: Virginia Blanco Tardío. Una vida por los pobres COCHABAMBA, 14. La Iglesia en Bolivia recuerda con profunda admiración y afecto a Virginia Blanco Tardío, una laica que ha dedicado su vida a atender a los más pobres entre los pobres.
Los Obispos de la Conferencia Episcopal recuerdan
en un texto que recorre la figura de esta profunda creyente nacida en Cochabamba el 18 abril de 1916, el gran compromiso desplegado particularmente en la formación religiosa de los jóvenes de las escuelas estatales en un periodo en el que el Gobierno boliviano se oponía a la educación religiosa.
Esta mujer recibía la fuerza y el espíritu para actuar así, de la Eucaristía que recibía cotidianamente asistiendo a la Misa, de la constante lectura del Evangelio con el cual tenía una verdadera familiaridad y era el alimento de su oración cotidiana. Se caracterizó por su devoción a la Virgen María.
Quien la conoció testifica la excepcionalidad de sus dotes de caridad, honestidad, fe y piedad,
demostradas también por la iniciativa de fundar comedores sociales y un policonsultorio, comprometiendo a otros miembros del laicado para desarrollar actividades de apoyo para las familias más necesitadas.