Fama de santidad de vida

Todos los testigos subrayan cómo la Sierva de Dios ejerció desde pequeña las virtudes teológicas y cardinales y las fue acrecentando en su juventud y en la madurez de la edad, hasta llegar a un grado muy alto en consonancia con el Evangelio de Jesús. Ya desde el colegio destacaba en la práctica de las virtudes, especialmente en la bondad. Era muy piadosa, cariñosa y afable con todos. Vivía con el deseo permanente de transmitir la palabra de Dios y de hacer conocer nuestra religión en una total fidelidad a la Iglesia. Destacaba en el ambiente católico de Cochabamba, donde en esa época había también personas muy entregadas a las obras de apostolado y de caridad. Tenía cierta autoridad pero no era no de mando, sino de hermana sabia y bondadosa que influía en ellas. Virginia era una mujer virtuosa. Se la veía completamente mortificada y muy cuidadosa y temerosa de ofender a Dios.

Virginia vivía el evangelio y lo transmitía con su modo de ser, con su manera de preocuparse de la gente. Seguía a Jesús como buena discípula y se esforzaba de una manera especial en todas las virtudes. Era muy disciplinada y toda la motivación que tenía en su vida era la total entrega a la causa de Cristo. Todas sus obras se traducen en eso: ponerse al servicio del Redentor para la salvación del mundo. Siempre estaba dispuesta a evangelizar en todo momento de su vida. Sus palabras y obras eran sólo transparencia de la bondad del amor de Dios. No se podía pensar en ella ni ver en ella una actitud que o estuviera dirigida a ese fin y propósito: total entrega al Señor y servicio a Dios y a los hermanos.

Los testimonios destacan en Virginia la sencillez, la humildad, el recogimiento, el desprendimiento y la preocupación por los demás, que brotaban de su intimidad con Dios y del amor al prójimo, especialmente a los más necesitados. Virginia mostraba una increíble dualidad de profunda espiritualidad y de gran fuerza interior que le hacía vivir en el cielo y al mismo tiempo pisar la tierra sin descuidar sus conocimientos de cultura, sus deberes familiares y su ilimitada y laboriosa rutina de ayuda al prójimo, conciliando así los hondos anhelos de su alma y sus abrumadoras tareas para con el mundo. Las escasas voces discordantes sobre el ejercicio heroico de las virtudes señalan una posible frialdad hacia dos de sus hermanas, María Luisa y Alicia. Con María Luisa no tuvo una relación íntima. Pero cabe indicar que ésta en su infancia tenía ataques epilépticos y era de un carácter difícil, todo lo cual intimidaba a Virginia, que estaba delicada de salud. Con Alicia se llevaba bien, aunque ésta desde pequeña era muy mundana y amiga de fiestas. Luego se casó y con su marido gastaron mucho dinero. Virginia ayudó aAlicia en varias ocasiones, pudiendo ésta superar su situación de penuria. En el proceso da gracias a su hermana Virginia y considera que debe ser declarada beata o santa. Puede ser un modelo orientador como una mujer serena y de profunda paz, una mujer que no busca ningún tipo de espectacularidad, sino más bien el servicio contemplativo, casi silencioso.

Virgina es un modelo que puede hacer renacer una espiritualidad laica que se va perdiendo por el consumismo y por los problemas sociales y políticos tan agudos que vivimos. Fue una mujer de Dios, de una persona que dio un testimonio de fe en esta misma realidad conflictiva y de seducción.

Ella vivió la fe de una manera tan hermosa, tan sencilla y tan cercana al Evangelio y a los demás.