FE

El cimiento y el motor de la vida de la Sierva de Dios fue, sin duda, su profunda fe que recibió sobre todo en el ambiente familiar y en el contacto con sacerdotes y religiosas fervorosas. Esta gracia divina, alimentada por los sacramentos, adquirió un matiz particular fuera de lo normal. No sólo creía ciegamente en Dios Padre por medio de Jesús, el centro de su vida a quien trataba de imitar y seguir, siendo vocera suya de palabra y obra. Una prueba palpable de su fe es la gran responsabilidad con la que asumió y desempeñó su labor evangelizadora; conjugando la sed que tenia de conocer más la Palabra de Dios y la urgencia de llevarla a la gente con la que ella se relacionaba.
Muchos testimonios, lo reconocen. La casa familiar en la que vivía tenía capilla con el Santísimo y parecía una casa religiosa.

Capilla de la casa familia con el Santísimo

Ella se sentía hija de Dios y trataba familiarmente a la Virgen como Madre. Dedicaba mucho tiempo a la oración tanto en la Iglesia como en su propia casa. Toda su vida estaba orientada a cumplir la voluntad de Dios.
Algún testigo compara la fe de Virginia con la fe de Abraham, inquebrantable, total y sumergida en Dios. La fe de Virginia muy fuerte y testimonial no era la fe del carbonero -según la expresión que ya se usaba en esa época-, sino una fe ilustrada. Ella se preocupaba de fundamentarla con el conocimiento de la Biblia, que sabía de memoria, y de los distintos sacramentos de la Iglesia, explicando todo ello con mucha vehemencia y espiritualidad.
Como profesora de religión adquirió una formación sólida, basada en la enseñanza de la Iglesia y en teólogos confiables como Santo Tomás de Aquino, cuya Suma Teológica tenía en su casa.

Misa por su cuñado Carlos

Ella rezaba siempre la oración de la mañana. Asistía a la Misa ya desde pequeña diariamente y con frecuencia varias veces al día. De pequeña comulgaba cada domingo y de mayor comulgaba cada día. Rezaba el Rosario. Antes de acostarse iba a hacer oración en la capilla de su casa y quedaba allí largo tiempo antes de dormir. Virginia desde que se levantaba hasta que se acostaba vivía y practicaba la fe en una tensión o intención religiosa en un alto grado. Cuando hablaba transmitía su fe con gran convencimiento. No se cansaba de hablar de Dios y de la fe. Evitaba conversaciones ociosas. Aprovechaba las circunstancias propicias para hablar de Dios a las personas que no creían o tenían una fe debilitada. Por otra parte destacaba la coherencia entre la fe que ella tenía y profesaba y la vida que llevaba. Vivía plenamente entregada al Señor. Su testimonio era impresionante y convencía a las personas que le rodeaban y a las que no eran tan cercanas a la religión.
Doña Viqui vivía profundamente la fe y la transmitía. He conocido muy pocas personas capaces de transmitir con total convencimiento las ideas religiosas. Pero lo más impresionante en ella, no era lo que hablaba, sino cómo vivía ella esa fe. Yo creo que eso era lo que convencía más a los que la rodeaban y a las personas que no eran tan cercanas a ella.
Ella vivió la fe, es decir, la confianza en Jesús de una manera extraordinaria e inculcaba ese amor a los demás, ese amor, esa fe a Dios para poder conseguir todo. Siempre era ese su papel de estar inculcando la fe y el amor a Dios.
Virginia ha tenido un espíritu exclusivamente religioso y dedicado a Dios, ha  sido una Sierva de Dios, dedicada a Él exclusivamente. Todo lo que sentía y recibíalo atribuía a Dios. Era una persona de mucha fe.