Una de las virtudes más notables de la Sierva de Dios fue su humildad que impresionaba a las personas que la conocieron a fondo. Todos los testimonios coinciden en que Virginia era una persona muy humilde. Algunos testigos la comparaban con la violeta, la flor de que se esconde entre las hojas y las ramas, sin ambiciones.
Esta virtud chocaba con la actitud de su madre, Doña Daría, que pretendía que sus hijas se insertasen en la clase social elevada de Cochabamba, tal como hacía Alicia, la hermana siguiente de Virginia. Ésta podría haber brillado en el ambiente de la clase alta, ya que era una persona inteligente con una cultura amplia. Escribía y recitaba poesías y sobresalía entre las mujeres de su entorno. Pero sin embargo jamás hizo gala de ello ni hizo ostentación de sus conocimientos. Como profesora era reconocida en el prestigioso Liceo Femenino Adela Zamudio donde daba clase como profesora competente.
Dirigía varias asociaciones de apostolato y de beneficencia y con el tiempo fue recibiendo varias condecoraciones y reconocimientos, tanto de la Iglesia como de la sociedad civil. Pero Virginia prefería mantenerse oculta y evitaba ser aplaudida. Algunas personas pensaban que ello se debía a su timidez o a alguna limitación de carácter. Pero no era así. Cuando era necesario actuar o presentarse en público lo hacía con toda decisión y perseverancia.
Virginia realizaba muchas obras de caridad, pero lo hacía en silencio y casi a ocultas con la mirada puesta en Dios y con la única esperanza de la recompensa eterna. De esa manera cumplía la recomendación del Señor: “Cuando des limosna no seas como los hipócritas…” (Mt 6, 3ss). Si aceptaba cargos y reconocimientos era después de un discernimiento si comprobaba que para mayor gloria de Dios en su misión de servicio a la Iglesia.
Según una colaboradora suya Virginia tuvo que hacer frente a muchas dificultades y problemas que se le presentaron también en la Acción Católica. Siendo ella Presidenta de la Juventud Femenina en Cochabamba, algunas personas la criticaron indicando que ella no valía para ocupar ese cargo y que había que cambiar y poner a una persona más de mundo y de sociedad. Le convencieron al Obispo. Entonces Virginia se retiró sin decir ni media palabra y aceptó el nombramiento de otra joven. Era también notorio cómo en las reuniones de grupos de apostolado cuando se hacían preguntas Virginia, por estar mejor preparada, respondía sabiamente, pero siempre lo hacía evitando descalificar a otras personas como ignorantes o tratar de ser aplaudida. Aunque Virginia fue la iniciadora y organizadora de valiosas obras de caridad y de beneficencia en ayuda de los pobres, ella después sabía escurrirse para no aparecer en público ni para ser aplaudida. No buscaba figurar. Vivía la humildad en el sentido auténtico de vivir en la verdad de Dios. Era humilde, pero destacaba porque hay hechos que no se podían ocultar ya que su vida era transparente.
Ella siempre hacía las cosas en forma callada. Yo nunca me enteré de que ella hiciese una caridad, como una donación de dinero o de ropa a la gente. Yo siempre la vi como la persona más humilde y nada de lo que hizo fue con afán de figuración, sólo lo hizo por amor a Dios. […]. Su humildad era tan grande que hacía muchas veces que la gente no la conociera.
Virginia realmente era muy humilde y no le gustaba la alabanza. No quería nunca que se la alabe por ningún motivo. No le gustaba que le dijeran “Señora Presidenta” y pedía que simplemente le llamaran “hermana”.