Laica fiel al servicio de la Iglesia

Las personas amigas de Virginia esperaban que ella, al terminar el bachillerato en 1933, ingresase en la Congregación de las Esclavas del Corazón de Jesús. Pero después de un discernimiento espiritual ella constató que no podía vivir la exigente ascesis de las religiosas esclavas. Al no sentir inclinación hacia el matrimonio decidió vivir una vida célibe en el mundo entregada a las obras de apostolado y cuidando de su madre, tal como su difunto padre le había encomendado. Virginia por herencia y permuta había recibido la casa familiar y luego también heredó otras propiedades. No tenía agobios económicos, ya que vivía de los alquileres de los locales en la misma casa familiar. Por eso pudo dedicarse totalmente y de manera altruista a la catequesis, a la enseñanza de religión en los colegios fiscales y a las obras de caridad. Dispuso su vida, sus capacidades y sus bienes según ella sentía que el señor le llamaba. Siguiendo la recomendación de los ejercicios de S. Ignacio Virginia se distinguió por su fidelidad a Iglesia jerárquica en su obediencia hacia el Papa y los Obispos y a su Magisterio.