Obediencia y fidelidad a la Iglesia

Virginia ya desde pequeña vivía profundamente la fe en Dios uno y trino. Esa fe se centraba en la persona de Jesucristo que a su vez le llevaba inseparablemente a creer en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica, tal como se reza en el Credo. La fidelidad a la Iglesia fue una de las columnas más firmes de su espiritualidad.

Le fue inculcada siendo niña por su director espiritual P. Casimiro Morales, cordimariano, cuya obediencia a los obispos y a los superiores era proverbial. Más adelante, siendo ya colegial, las Esclavas del Sagrado Corazón y, más tarde, la Compañía de Jesús le confirmaron en el carisma de la obediencia a la Iglesia y a sus legítimas autoridades. Por eso Virginia mantuvo toda su vida una obediencia ejemplar a la Iglesia, fundada sobre la roca de Pedro y sus sucesores. Para ella no existía la dicotomía entre Jesús y la Iglesia que algunos teólogos en Bolivia mantenían. Virginia amaba a Jesús y por eso mismo amaba también a la Iglesia, al Papa y a los Obispos con una entrega total. Para ella era connatural identificarse a la Iglesia.

Mons. G. Prata, P V. Blagot, P. Carrero , durante la confirmation de Manuel (sobrino de Virginia)

Por eso Virginia al conocer la Acción Católica, una de cuyas características fundamentales era precisamente la colaboración con la jerarquía eclesiástica, la asumió con todo fervor siendo una de las fundadoras de la Juventud Femenina en Cochabamba en 1937. Su incorporación a la Acción Católica fue definitiva y para toda la vida, encontrando ahí su servicio a la Iglesia. Fue la primera Presidenta de la Juventud femenina. Un hecho importante confirmó su

Virginia Blanco madrina de la confirmation de su sobrino Manuel ,  nella Capilla de famiglia

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Confirmation de Manuel sobrino de virginia nella Cappilla de famiglia

Con ocasión de la peregrinación que hizo Virginia a Roma con motivo del Año Santo 1950 encontró la oportunidad de ser recibida por el Papa Pío XII. Llena de emoción expresó algunas palabras con el Papa quien le dio la recomendación de ser apóstol de la Acción Católica, encargo que Virginia tomó muy en serio, siendo Presidenta de la Asociación de Mujeres de Acción Católica en Cochabamba desde 1961 hasta su muerte.

Confirmation de Manuel sobrino de virginia nella Cappilla de famiglia

Mons. A. Gutiérrez Obispo de Cochabamba

Una amiga íntima relata ese hecho: Virginia me contó que en el año 1950 viajó a Roma y ella hizo todo lo posible para que el Papa Pío XII le concediera una entrevista y consiguió esa audiencia. En la audiencia el Papa le había dicho: “Virginia en Bolivia la Acción Católica hace mucha falta, le recomiendo que sea apóstol de la Acción Católica. En sus manos pongo este apostolado”. Fue increíble cómo le marcó su vida esa entrevista, pues para ella el Papa era un Santo y se preguntaba: “¿Si un representante del Señor era así, cómo será el Señor? La fidelidad de Virginia a la Iglesia fue ejemplar. Creía firmemente que Jesús gobernaba su Iglesia a través del Papa y los Obispos. Virginia vivía una plena fidelidad al Papa y al Obispo, como nos enseñaron en ese tiempo a todos lo que estábamos en la Acción Católica. Sabía perfectamente que el Papa era el Vicario de Cristo y que Cristo actuaba a través de Él. Esa era la noción que tenía según el dicho de San Ignacio de Antioquia “Todo con el Obispo. Nada sin el Obispo”. Virginia conocía bien las enseñanzas de la Iglesia. En sus charlas y en sus ciarla explicaba a las encíclicas sociales. Cuando se realizó el Concilio Vaticano II se mantuvo al tanto del desarrollo del mismo y luego se esforzó por estudiar y dar a conocer los documentos más importantes. Ella amaba profundamente a la Iglesia y conocía el magisterio de la Iglesia de una manera envidiable. Muchas veces hablaba del Concilio Vaticano II para aclarar algunas dificultades que teníamos o nos parecía que había mucha libertad, pero ella sabía disipar nuestras dudas. Virginia estaba plenamente identificada con la Iglesia en sus legítimos pastores. Era una mujer de Iglesia. Mantuvo relaciones de obediencia total a sus Obispos en Cochabamba, con algunos de los cuales mantuvo una relación cordial. Iba muchísimo a hablar con el Obispo de Cochabamba Mons. A. Gutiérrez.  Por eso fue elegida en varias ocasiones a formar parte de comisiones de asesoramiento de los Obispos de Cochabamba. Los sacerdotes y Obispos le tenían un trato muy preferencial y era siempre muy respetada. No siempre fue fácil mantener esa fidelidad a los Obispos. Virginia lo hizo en medio de las controversias intraeclesiales que surgieron en Cochabamba. Para ella lo primero era la oración a Dios para solucionar los conflictos. Siempre apoyó y defendió a las autoridades eclesiales y a los pastores, mostrando al mismo tiempo una actitud conciliatoria con las personas contestatarias, buscando una posible reconciliación. El 15 de diciembre de 1965 Su Santidad, el Papa Pablo VI, concedió a la Sierva de Dios, próxima a cumplir los 50 años, la condecoración de la augusta Cruz “Pro Ecclesia et Pontifice”, instituida para las personas que han realizado una “obra eximia. Mons. Armando Gutiérrez, Obispo de Cochabamba en su carta a la Santa Sede justifica así su petición: “Pido para la señorita Virginia Blanco Tardío, apóstol generoso, constante y fiel, en la Juventud Femenina de Acción Católica, de la que fue primera presidenta diocesana, y, más tarde, en la parroquia, en la enseñanza del catecismo y de la religión en colegios fiscales, como maestra titulada, y en la ayuda económica y personal a diversas obras caritativas y sociales, la Cruz Pro Ecclesia et Pontifice”.

S. Juan Pablo II a Cochabamba

Como recompensa a su fidelidad al Papa a lo largo de toda su vida, Virginia tuvo la alegría en mayo de 1998 de colaborar a la venida de su Santidad, Juan Pablo II a Cochabamba en su visita a Bolivia, dando charlas, escribiendo una larga poesía y prestando una valiosa vajilla con cubiertos de plata para la atención al papa y a los invitados. En esa visita, Virginia tenía un gran deseo en recibir la comunión de manos del Papa. Los organizadores que no la conocían bien, hicieron la lista sin incluirla a ella. La Sierva de Dios sufrió mucho y, al mismo tiempo, gestionó todo lo que pudo para ser admitida, hasta que finalmente los organizadores rectificaron y la incluyeron. Para ir a la Misa Virginia se vistió de con una blusa blanca y con una falda amarilla, los colores pontificios.Más tarde comunicó a la religiosa confidente suya la gran alegría que tuvo:

Dios mío, qué cosa más maravillosa, he sentido tanta emoción decía comulgar del Santo Padre”.