Virginia como laica consagrada emitió los votos temporales, renovables cada año, de pobreza, castidad y obediencia que cumplió con toda fidelidad hasta su muerte. Ya desde temprana edad sintió el llamado del Señor a unirse a Él y también a la Virgen María. La Sierva de Dios, al dejar el Colegio, vio con más claridad que Dios la llamaba a ser laica consagrada. Después de varios años, al llegar los jesuitas de nuevo a Cochabamba en 1952 y retomar la Parroquia “Compañía de Jesús”, Virginia se unió más a la Compañía de Jesús, recibiendo la Carta de Hermandad en 1963 de manos del Prepósito provincial en Bolivia, P. Víctor Blajot, SJ. Provincial. A finales de ese mismo año, el 23 de diciembre, bajo la dirección espiritual del P. Julián Sayós, SJ, formalizó su consagración como laica dentro del Grupo de Oración de las Obreras de Cristo “Nuestra Señora de la Merced”, formado con algunas exalumnas del Colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón. La consagración laical incluía los votos de castidad, pobreza y obediencia, renovados cada año. Fue vivida escrupulosamente por Virginia, aunque siempre mantuvo una estricta reserva sobre este punto.
La Sierva de Dios fue nombrada Presidenta del Grupo, cargo que ejerció con toda dedicación hasta su muerte. La consagración laical con votos no era muy difundida en la época preconciliar, ya que generalmente la vocación a la santidad se identificaba con la vida religiosa o sacerdotal. En el Concilio Vaticano II la Constitución Dogmática “Lumen Gentium” declaró que la vocación a la santidad es universal, incluyendo por lo tanto a las personas laicas. Dado que en el Grupo mencionado la consagración debía mantenerse en reserva, pocas personas fuera del mismo lo sabían, aunque obviamente con el tiempo sospechaban que Virginia había hecho votos de perfección. Una religiosa, Sierva de María, íntima amiga de Virginia, testimonia que ésta, aunque se sintió atraída por la vida religiosa, no tenía la salud para ello. Pero un sacerdote al dar unos ejercicios habló de la consagración laical, a la que Virginia se sintió atraída.
Varios testigos, aun sin conocer la consagración laical de Virginia, se daban cuenta que vivía la pobreza, la castidad y la obediencia como laica consagrada: No sé si Virginia hizo votos de pobreza y castidad, pero puedo afirmar que los cumplía muy bien. Tuvo el espíritu de consagración a Dios y de servicio a la Iglesia, pero no como religiosa, sino como laica. Sin ofender a las religiosas, yo creo que fue una mujer que vivió de una manera heroica la pobreza y la obediencia. En Virginia yo creo que hubo una fusión de unión con Dios y de respuesta a Dios. Virginia cumplía los mandamientos de Dios en una vida excepcionalmente entregada al servicio de Dios. […] Mostraba de tal forma su vida interior que todas pensábamos que era monja y que no era evidente que fuera seglar porque tenía toda la formación y las actitudes propias de una religiosa.