Humilde, sacrificada y alegre

Todos los testimonios coinciden en señalar que Virginia fue una mujer sumamente humilde y sacrificada y al mismo tiempo alegre. Siguiendo la enseñanza mística del tercer grado de humildad de los ejercicios espirituales, Virginia vivía la identificación con Cristo pobre, evangelizador y servidor de los pobres. Ella rehuía ensalzar su figura, aunque con el tiempo muchas personas e instituciones se dieron cuenta de su abnegada labor y querían premiarla con reconocimientos y condecoraciones. Aunque pertenecía a una clase social de cierto abolengo histórico, vestía con mucha sencillez evitando todo lujo y comodidad superflua. Al mismo tiempo llevaba una vida sacrificada dedicándose plenamente a su actividad docente, apostólica y caritativa. Con el tiempo sintió la limitación de varias dolenzia que le aquejaban, pero siguió activa hasta el final de su vida. Virginia no era una mujer adusta y entristecida. Por el contrario irradiaba dulzura y benevolencia, tenía un sano sentido del humor, expresado en sus poesías jocosas, siendo bien recibida por muchas personas incluso pertenecientes a ideologías contrarias a la Iglesia.